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ANDAD EN EL ESPÍRITU

Gary Wilkerson

Espero no ser la única persona que a veces se pregunta: "¿Estoy realmente andando en el don de justicia que Él me ha dado?" Dice Gálatas 5:16: "Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne".

Podemos tomar cualquier pasaje de la Escritura y leerlo ya sea a través de la lente de la gracia o de la lente de las obras y la Ley. Cuando leo Gálatas 5:16, a veces me pongo en la mentalidad de "obras" que dice: "¡Tengo que tratar de hacer esto!" Me digo a mí mismo: "Bueno, voy a hacer esto hoy, ¡voy a caminar en el Espíritu!" Me pongo ansioso y, de repente, ya no estoy caminando en el Espíritu en absoluto.

Lo siguiente que Gálatas 5:16 dice es: "No satisfagáis los deseos de la carne". A veces leemos este pasaje a través de la lente de: "Estoy en la carne. No, estoy en el Espíritu. Pero entonces algo se me cruza y me molesto ¡y otra vez, estoy de vuelta en la carne!"

Gálatas 5:18: “Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”.

¿Estás en el Espíritu? ¿Ha entrado alguna vez Jesús en tu corazón? Si es así, ¿te dijo: "Voy a revisarte completamente por dentro y por fuera y si tu corazón es lo suficientemente justo, más adelante invitaremos al Espíritu Santo que venga también"?

¡No! ¡Él no hizo eso! No puedes ser salvo a menos que el Espíritu Santo viva en ti. Así que cuando dice: "Andad en el Espíritu", no quiere decir: "Trata de ser espiritual", sino: "El Espíritu de Dios vive en ti, así que ¡anda en ello!" Él te ha concedido acceso a Su justicia y ahora sólo te dice: "Ponte al día en la obra que ya he puesto en ti. Pon en práctica las cosas que ya tienes en la vida y deja de estar ansioso, temeroso y estresado".

No te preguntes si estás demasiado en la carne. No tienes que decir: "Dios, ¿puedes ayudarme a ser más espiritual?" No, tú ya lo eres - ¡la vida de Dios vive en ti! El Espíritu, el aliento de Dios, está en ti y tú no estás bajo la Ley.

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JESÚS Y EL PERDÓN

David Wilkerson

La cosa más difícil de hacer para los cristianos es perdonar. Considerando todo lo que se habla en la Iglesia sobre el perdón, la restitución y la sanidad, muy poco de esto es verdaderamente demostrado. A todos nos gusta pensar de nosotros mismos como pacificadores, personas que levantan a los caídos, siempre perdonando y olvidando. Pero aún los más profundamente espirituales son culpables de herir a hermanos y hermanas al no mostrar un espíritu de perdón.

Incluso los mejores cristianos encuentran difícil perdonar a aquellos que han herido su orgullo. Dos buenos amigos cristianos se “pelean” y podrían tenerse rencor de por vida. Ellos rara vez lo admiten, debido a que cubren sus espíritus rencorosos con una fachada de visitas de cortesía, buenas palabras y la invitación: “ven a vernos cuando quieras”. Pero nunca más es lo mismo. Realmente no odiamos a la otra parte, sólo parecemos estar diciendo: “No tengo nada en contra de él, pero solo quítamelo de encima. Que siga su camino y yo el mío”. Nosotros simplemente ignoramos a la gente que no podemos perdonar.

La persona más difícil de perdonar es alguien que ha sido ingrato. Amaste a alguien sin ser amado. Te sacrificaste para ayudar a un amigo en necesidad, sólo para ser criticado o que asumieran que era tu obligación ayudar. La persona a la cual te esforzaste en ayudar no muestra nada más que ingratitud y egoísmo a cambio. Tus buenas intenciones y tus buenas obras son malinterpretadas como que hubiesen sido motivadas egoístamente. ¿Alguna vez perdonamos a esa persona ingrata? Casi nunca. Les sonreímos, le damos un saludo de mano a la distancia, pero nos determinamos a “nunca hacer nada por ellos de nuevo”.

Luego tenemos a los que nos engañan. Nos resulta casi imposible perdonar a tal persona. Estamos más ansiosos de que nos perdonen nuestras propias mentiras y faltas, pero nada nos enfurece más que descubrir que alguien nos ha mentido.

¿Y qué decir de la persona que nos dice que estamos equivocados? Convencidos de que tenemos buenas razones para todo lo que hacemos, nos resulta muy difícil perdonar a la persona que sugiere que hemos cometido un error. En lugar de echar una mirada honesta a lo que esa persona nos está diciendo, justificamos nuestras acciones.

En Su enseñanza sobre la oración Jesús dijo: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. (Mateo 6:11-12).

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HORIZONTE INTERNACIONAL

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Mateo 5:4

Las Bienaventuranzas pueden ser difíciles de entender. Vemos que hay una bendición pero que esa bendición tiene que ver con algo que suena un poco negativo. Nos muestran que es muy difícil ser cristiano. Pero también vemos que lo que sigue a lo negativo (llorar) es lo positivo (ser consolado). Lo positivo de las Bienaventuranzas es lo que viene después de las pruebas.

Nos dicen que pasaremos por experiencias difíciles pero que Dios promete restaurarnos completamente. Esta Bienaventuranza es un gran ejemplo.

Dice Jesús que eres bendecido o bendecida si eres una persona que llora. No quiere decir que debemos andar alrededor con una cara amarga todo el tiempo. Debemos tener una actitud de llorar acerca de toda la maldad que vemos a nuestro alrededor, en nuestra ciudad y en el mundo. Sólo abre el periódico y lee un par de páginas. ¿No se te encoje el corazón cuando ves toda la violencia, corrupción, balazos, enfermedades y pornografía? Jesús también habla acerca del lloro sobre la condición de los corazones y almas de la gente que practica estas cosas traicioneras. Es que la gente de corazón corrupto llorará por siempre.

He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá: aun los que le traspasaron. Todas las tribus de la tierra harán lamentación por él.
Apocalipsis 1:7

Jesús dice que cuando tengamos esta actitud de llorar sobre el pecado, nuestro consuelo vendrá de Dios. Finalmente seremos consolados en el día en que muramos y vayamos al cielo para recibir nuestros cuerpos nuevos. Ya no lucharemos en contra de la lujuria, ni sobre mezquindades ni sobre nuestros achaques ni para sobrevivir económicamente. Ya no lucharemos sobre nada porque estaremos... ¡libres! Tan sólo el estar libre de la esclavitud de nuestro cuerpo viejo y carne pecaminosa nos será un gran consuelo.

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Millones se han convertido porque un hombre se tomó el tiempo necesario hasta escuchar la voz de Dios. Saulo “cayendo en tierra oyó una voz” (Hechos 9:4). Y cuando él llegó a ser Pablo, seguía oyendo esa voz. El Señor habló con él, hombre a hombre.

Pedro permitió que la voz del Salvador llegara a él. “Pedro subió a la azotea para orar…Y le vino una voz” (Hechos 10:9,13).

Las puertas del reino se abrieron a causa de un hombre que obedeció a una voz. Estamos viviendo en los mismos tiempos del Nuevo Testamento que vivieron Pablo y Pedro. Nosotros también, debemos permitir que Su voz venga a nosotros. ¡Lo que Dios podría hacer con los cristianos que aprendan a oír del cielo!

En lugar de esperar que Su voz venga a nosotros, corremos buscando consejeros y psicólogos cristianos. Corremos de una sesión a otra, leyendo libros, escuchando grabaciones, anhelando oír de Dios. Queremos una palabra clara de dirección para nuestras vidas y buscamos que los pastores nos digan lo que está bien y lo que está mal.
Deseamos un líder a quien seguir, un diagrama para el futuro. Pero son pocos los que saben cómo ir al Señor y oír su voz. Muchos saben cómo llamar la atención de Dios, cómo tocar verdaderamente a Dios, pero no tienen idea de cómo Dios los puede alcanzar.

“El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 11:15).

Dios quiere sacudir la tierra una vez más. “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo” (Hebreos 12:25-26).

A la última iglesia, la iglesia de Laodicea, el Señor le dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).

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Millones se han convertido porque un hombre se tomó el tiempo necesario hasta escuchar la voz de Dios. Saulo “cayendo en tierra oyó una voz” (Hechos 9:4). Y cuando él llegó a ser Pablo, seguía oyendo esa voz. El Señor habló con él, hombre a hombre.

Pedro permitió que la voz del Salvador llegara a él. “Pedro subió a la azotea para orar…Y le vino una voz” (Hechos 10:9,13).

Las puertas del reino se abrieron a causa de un hombre que obedeció a una voz. Estamos viviendo en los mismos tiempos del Nuevo Testamento que vivieron Pablo y Pedro. Nosotros también, debemos permitir que Su voz venga a nosotros. ¡Lo que Dios podría hacer con los cristianos que aprendan a oír del cielo!

En lugar de esperar que Su voz venga a nosotros, corremos buscando consejeros y psicólogos cristianos. Corremos de una sesión a otra, leyendo libros, escuchando grabaciones, anhelando oír de Dios. Queremos una palabra clara de dirección para nuestras vidas y buscamos que los pastores nos digan lo que está bien y lo que está mal.
Deseamos un líder a quien seguir, un diagrama para el futuro. Pero son pocos los que saben cómo ir al Señor y oír su voz. Muchos saben cómo llamar la atención de Dios, cómo tocar verdaderamente a Dios, pero no tienen idea de cómo Dios los puede alcanzar.

“El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 11:15).

Dios quiere sacudir la tierra una vez más. “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo” (Hebreos 12:25-26).

A la última iglesia, la iglesia de Laodicea, el Señor le dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).

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Pedro permitió que la voz del Salvador llegara a él. “Pedro subió a la azotea para orar…Y le vino una voz” (Hechos 10:9,13).

Las puertas del reino se abrieron a causa de un hombre que obedeció a una voz. Estamos viviendo en los mismos tiempos del Nuevo Testamento que vivieron Pablo y Pedro. Nosotros también, debemos permitir que Su voz venga a nosotros. ¡Lo que Dios podría hacer con los cristianos que aprendan a oír del cielo!

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Dios quiere sacudir la tierra una vez más. “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo” (Hebreos 12:25-26).

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Dios quiere sacudir la tierra una vez más. “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo” (Hebreos 12:25-26).

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Dios quiere sacudir la tierra una vez más. “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo” (Hebreos 12:25-26).

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PODEMOS ESCUCHAR HOY SU VOZ

by David Wilkerson

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PODEMOS ESCUCHAR HOY SU VOZ

by David Wilkerson

PODEMOS ESCUCHAR HOY SU VOZ

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by David Wilkerson | October 11, 2013 - See more at: http://sermons.worldchallenge.org/es/node/24910?src=devo-email#sthash.9iGsD2m1.dpuf

PODEMOS ESCUCHAR HOY SU VOZ

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DETENCIÓN DE LA CARNE

John MacArthur

¿Con qué limpiará el joven su camino?  Con guardar tu palabra. (Salmo 119:9)

La conducta santa que produce estabilidad espiritual depende de la obediencia a la norma divina de la Palabra de Dios. La Palabra es la que cultiva las actitudes, los pensamientos y la conducta que evitará que usted sea aplastado por las pruebas y las tentaciones.

A fin de comprender la relación entre las actitudes, los pensamientos y la conducta, considere esta analogía. Si un policía ve a alguien que está a punto de violar la ley, lo detendrá. De igual manera, las actitudes y los pensamientos santos producidos por la Palabra actúan como policías para detener la carne antes que cometa un delito contra la norma de la Palabra de Dios. Pero si no están de guardia, no pueden detener la carne, y la carne está en libertad para violar la ley de Dios.

La analogía enseña que las actitudes y los pensamientos rectos deben preceder a los hábitos rectos. Pablo comprendía que solamente las armas espirituales ayudarán en nuestra lucha contra la carne (2 Co. 10:4). Al usar las armas apropiadas, usted puede llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (v. 5).

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